El cáncer se
cura…
Recientemente he leído el libro del Dr.
José Ramón Germà Lluch, de la editorial Planeta, con el título: “El cáncer se
cura; 50 historias reales de esperanza”. El autor, que es el Director de
Desarrollo Oncológico y Jefe del Servicio de Oncología Médica del Instituto
Catalán de Oncología, y que carga sobre sus espaldas, más de treinta años de
experiencia clínica, nos ofrece una visión optimista, pero real, del
tratamiento actual de esta enfermedad.
El doctor Germà, nos habla de un sesenta
y cuatro por ciento de curaciones, a nivel general, por lo que quiere
ofrecernos una botella, vista medio llena.
Otras de las ideas que nos lanza a través
del libro, son: que cuando el cáncer no puede curarse, sí que puede aliviarse;
que el mal pronóstico de hoy, puede convertirse en buen pronóstico el día de
mañana; que mientras hay vida, hay esperanza y, por lo tanto, mientras hay
esperanza, hay vida.
Aunque debido al envejecimiento de la
población, el número de casos nuevos –incidencia- de tumores, también se va
incrementando, lo cierto es, que podemos combatirlos mejor; así, la
supervivencia esperada hoy en día, a los veinte años del primer diagnóstico,
ronda el noventa por ciento en el tumor de testículo y tiroides, el ochenta por
ciento en los melanomas –tumor de piel- y, en el tumor de próstata y
endometrio, setenta por ciento en el de vejiga, sesenta y cinco por ciento en
el de mama, sesenta por ciento en el de cuello uterino y, más del cincuenta por
ciento en el de colon, ovario y riñón, por citar algunos. Sin duda, ejemplos
tan conocidos como el del ganador de siete vueltas de Francia, ofrecen
esperanza; el norteamericano Lance Amstrong (de quien nuestro ciclista Chechu
Rubiera, se convirtió en su mejor gregario), consiguió vencer al cáncer de
testículo que padecía y, que no le impidió vestir la camiseta amarilla, por las
carreteras francesas. Es más: actualmente ha decidido ponerse nuevamente sobre
la bicicleta, para ofrecer espectáculo y, demostrar, como hemos dicho, que
donde hay esperanza, hay vida.
El cáncer, es fruto de la alteración de
alguno de nuestros treinta mil genes, que se encuentran presentes en los
cuarenta y ocho cromosomas, que posee cada célula normal. Y ésta célula, sea
por el motivo que sea, posee todo el potencial, para convertirse en una célula
cancerígena.
Existen unos genes, a los que en su día
se bautizaron con el nombre de oncogenes,
que son capaces de acelerar los diferentes procesos de crecimiento y
multiplicación de las células. ¿El resultado? Un crecimiento celular
desmesurado y, no controlado, que aboca a la formación de tejido tumoral.
Otros genes, denominados supresores, frenarían a los anteriores;
ahora bien: si por cualquier motivo se alteran éstos, la ausencia del freno
desencadenaría una aceleración de los oncogenes, con la consiguiente
proliferación celular, totalmente descontrolada.
Como ven, el estudio de los genes nos
aportará en un futuro (esperemos que sea próximo) grandes avances en el
tratamiento de los tumores. Pero donde también se está investigando con ahínco,
es en la inhibición de la neoangiogénesis.
¿Y qué significa éste término? Sabemos, que las células cancerígenas son
capaces de formar nuevas venas y arterias –angiogénesis-, con el fin de
alimentarse y poder crecer en número. Si algún día, se encuentra la manera de
impedir ésta formación de nuevos vasos sanguíneos, estaríamos asestando un buen
golpe, al desarrollo tumoral.
De estas y más cosas, nos habla el Dr.
Germà en su libro; un libro escrito con un lenguaje accesible, pues pretende
ser divulgativo y…, verdaderamente lo logra.
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